Una infancia en Aranjuez allá por 1970 – (Libro)

Los ojos de un niño se abren sobre el mundo y lo hacen precisamente en Aranjuez, en este rincón de la meseta que juega a no ser meseta. ¿Qué mejor lugar para iniciarse en el espectáculo de la vida? Eso, pasado por el filtro del recuerdo, sublimado con grandes dosis de nostalgia y aromatizado con unas gotas de distancia, es lo que encontrarás en estas páginas.

Alberto Bustos

Apreciados lectores,

Hace unos días tuve la suerte de asistir a la presentación de un libro en mi ciudad natal. Con el permiso de todos los lectores, no se trataba de un libro más, sino de un texto muy especial por el contenido, por el mensaje y sobre todo, por el autor.

No soy un especialista en lengua, ni en literatura, por lo que mi análisis y valoración del texto poco puede aportar desde el punto de vista de la gramática o de la estructura. Si algo puedo aportar, en mi humilde valoración, es como persona, como eterno aprendiz en sabiduría, que un día, al igual que el protagonista y el autor, fué niño.

Una infancia en Aranjuez es el recorrido de la inocencia mirada de un niño, hacia un mundo local y pequeño en lo que podía abrazar, pero enorme en el desconocimiento y la esperanza. Sin querer, Una infancia … es un hermoso y vigoroso alegato contra las presentes sociedades opulentas distorsionadas sobre una irrealidad global, de culto y mantra al crecimiento perpétuo einfinito, es un gran texto para enseñarnos, sin nostalgia, que «Lo pequeño es hermoso» como diría E.F. Schumacher, y necesario, diría yo.

El patio … la cuerda de tender … la ropa blanca … ¿Qué mejor lugar para jugar? … aquel patio era el centro de la vida … almendrucos y qué mejor preparación para la vida que aprender a mascar a dos carrillos … un girasol, una torta de sol … el trozo de felicidad y devolviendo las cáscaras a la tierra de la que salieron …

mechones de lana espesa y negra, oficios como el colchonero-lañador, el trapero, el chatarrero, el afilador …

cuyo instrumento de tracción mecánica, la bicicleta, servía para afilar un cuchillo, como para desplazarse.

Una infancia … es el comienzo y despertar del sentido de la vida, de la amistad y del amor, es El principito del siglo XXI, escrito con reseñas olorosas a la prosa Homérica, en el camino de la niñez hacia la vida, como Ulises en la Odisea.

… una época de vida sin relojes, donde los juegos de las chapas, peinaban la tierra con un trozo de cartón … instrumentos musicales con huesos de albaricoques – güitos – que creaban notas musicales y estados de felicidad que no tenían ni principio ni fin … escondite, saltando a la comba … se comerciaban fabulosos bienes en tiendas imaginarias …

… no he vuelto a sentirme arrebatado así, en el resto de mi vida.

Una infancia … es el camino inicial en la vida, de la mirada inocente y quijotesca de un niño, con pequeñas pinceladas de sátira e ironía, con mención a los grandes autores del género que enmarcan un fabuloso cuadro de aromas «con sabor a humo», en un lugar con «río que no se puede explicar», donde el agua, elemento clave en jardines y fuentes, refresca la curiosidad y sed y, alimenta un periodo de divinidad, para aquellos que la pudieran tener.

Todos tuvimos el regalo de ese instante inagotable que se llama niñez y que nos permite sobreponernos  a las privaciones que a la abundancia.

La mía se encendió un buen día en Aranjuez, allá por 1970 y dondequiera que se apague irá impreganada de río, de sotos, de primavera y de hojas caídas de los plátanos de la calle de la Reina.

La mía también se encendió un buen día en Aranjuez y dondequiera que se apague irá impregnada de agua, de tierra, de fuego y aire, y sobre todo de un amigo, un buen amigo, Alberto Bustos.

P.D. gracias Alberto por hacerme recordad, lo pequeño e insignificante que somos en la biosfera, pero lo bonito y hermoso que es «ser y sentirse» pequeño.

Puedes adquirir ésta maravillosa obra aquí. (disponible en formato texto y versión digital)

por Fernando Valdepeñas CSA Editor